Fue en Delfos, donde
desde
las entrañas de la roca,
éstas cuencas vieron a La Pitia escapar
de tanta invasión civilizada
como un reptil se retorcía ascendiendo,
mientras murmuraba...
déjenme
en la noche y en el día, sola....
no perturben a mi espíritu...
sus pisadas... molestan, anulan mi vaticinio.
La fuente de Castalia ya no
emana sabiduría,
váyanse
intrusos de mil leguas,
dejen a
mi compacta sílice en su descanso,
descansar.