Días atrás regresé, estaba todo en su lugar, parecía un retrato antiguo, todo quieto, espectral, tan solo un poco de polvo en los muebles, las celosías cerradas y las arañas de festín tejiendo sus telares, una atmosfera especial dentro de la vieja casona, ese olor a pasado, la luz macilenta envolviendo jarrones, desluciendo cortinas, y dando un aire de misterio donde los retratos colgados en las paredes no dejaban de observarme haciéndome sentir una intrusa.
Sentí tanta carga que decidí salir a recorrer el parque a llenarme de aire de luminosidad de vida, abrí la puerta trasera con un gran esfuerzo vencí su inercia, después de escuchar el ruido de elongación de sus bisagras como un gruñido de protesta, apuré el paso para disfrutar del jardín que recordaba, más, grande fué mi sorpresa cuando ví que el exterior también había sufrido el abandono, ya no estaban los estallidos de flores en los rincones, ni los senderos dibujados de arbustos, solo los árboles testimoniaban con su aspecto el honor de haber cumplido su ciclo, mostrando con orgullo sus arrugadas cortezas.
Vi belleza en ese paisaje, vi sabiduría, vi el honor del deber cumplido. Se afianzó en mi , el no aferrarme a las casas ni a las cosas, más si a degustar cada instante, saboreando las cicatrices que la experiencia de vivir deja.
Contrario a la impresión primera de tristeza, de abandono, al ver ese hogar desierto, me llené de alegría al comprender la importancia de los ciclos, al entender el engranaje entre un estado y otro, aun cuando media como catalizador el dolor, a veces la frustración, finalmente uno entiende que no puede ser de otra manera, el crecimiento conlleva el romper ataduras, el quebrar esquemas, el reinventarse cada día y el aceptar los cambios físicos que nuestro cuerpo experimenta, mientras nuestro espiritu se exalta.
M. Pilar O.
Sentí tanta carga que decidí salir a recorrer el parque a llenarme de aire de luminosidad de vida, abrí la puerta trasera con un gran esfuerzo vencí su inercia, después de escuchar el ruido de elongación de sus bisagras como un gruñido de protesta, apuré el paso para disfrutar del jardín que recordaba, más, grande fué mi sorpresa cuando ví que el exterior también había sufrido el abandono, ya no estaban los estallidos de flores en los rincones, ni los senderos dibujados de arbustos, solo los árboles testimoniaban con su aspecto el honor de haber cumplido su ciclo, mostrando con orgullo sus arrugadas cortezas.
Vi belleza en ese paisaje, vi sabiduría, vi el honor del deber cumplido. Se afianzó en mi , el no aferrarme a las casas ni a las cosas, más si a degustar cada instante, saboreando las cicatrices que la experiencia de vivir deja.
Contrario a la impresión primera de tristeza, de abandono, al ver ese hogar desierto, me llené de alegría al comprender la importancia de los ciclos, al entender el engranaje entre un estado y otro, aun cuando media como catalizador el dolor, a veces la frustración, finalmente uno entiende que no puede ser de otra manera, el crecimiento conlleva el romper ataduras, el quebrar esquemas, el reinventarse cada día y el aceptar los cambios físicos que nuestro cuerpo experimenta, mientras nuestro espiritu se exalta.
M. Pilar O.